La noción de “energías comunitarias” en Colombia proviene de las organizaciones territoriales de base, que han acuñado y utilizado este término para referirse a y reivindicar las iniciativas, propuestas y soluciones que desde hace décadas se han venido implementando, autónoma y soberanamente, en torno a la energía como medio para la satisfacción de necesidades y el mejoramiento de la calidad de vida.
Con base en esto, ciertas propuestas han definido las energías comunitarias como el conjunto de conocimientos, prácticas y procesos de transformación socioambiental en la producción y consumo de energías y alimentos, que favorecen la creación de condiciones de vida digna para las comunidades más vulnerables, que respetan todas las formas de vida presentes en el planeta y que aportan en la mitigación de la crisis climática, en la construcción de la paz y en la reconstrucción del tejido social (Censat Agua Viva, 2023).
Las organizaciones que se han pronunciado al respecto han indicado que las energías comunitarias deben concebirse como parte integral de políticas estructurales, como los planes nacionales y territoriales de desarrollo, la Hoja de Ruta para la TEJ, entre otros, para cumplir con los compromisos internacionales de Colombia en materia de reducción de emisiones de GEI. También han afirmado que las iniciativas de energías comunitarias complementan la propuesta de comunidades energéticas del Gobierno nacional en el marco de la TEJ (Energía y Equidad, 2023; véase Comunidades energéticas).
Las iniciativas de energías comunitarias, que pueden estar dentro o fuera del área de cobertura del SIN, se caracterizan por utilizar energía de fuentes renovables y por su participación activa y aprobación por parte de las comunidades beneficiadas, así como su enfoque en satisfacer diversas necesidades familiares y comunitarias, desde cocinar hasta mejorar las condiciones de trabajo y fortalecer el tejido social. Para atender a sus necesidades y ser justas y equitativas, las iniciativas de energías comunitarias deben poder diseñarse, implementarse y operarse por parte de las mismas organizaciones de base que las promueven (Censat Agua Viva, 2023).
Ciertas investigaciones han concluido que las energías comunitarias se caracterizan por tener objetivos relacionados con el autoabastecimiento familiar y local, la generación de nuevas prácticas y usos de la energía evitando su derroche y despilfarro, la promoción de la descentralización y la atención de problemas asociados a la escasez y contaminación de aguas, el saneamiento básico, la deforestación y la pérdida de fertilidad del suelo (Malagón, 2023).
Además, estas iniciativas crean condiciones de vida digna en el campo y la ciudad pese a las realidades impuestas por la guerra, la privatización de las aguas, la contaminación ambiental, la deforestación y la destrucción de formas de vida, por la imposición de megaproyectos y agronegocios en los territorios (Censat Agua Viva, 2023).
En Colombia, múltiples iniciativas de energías comunitarias han sido puestas en marcha desde hace décadas por organizaciones como Censat Agua Viva, las Comunidades SETAA, Fundaexpresión, el Colectivo de Reservas Campesinas y Comunitarias de Santander, la Corporación Grupo Semillas, ASPROCIG, la Cooperativa Multiactiva Coosaviunidos, ATUCSARA, Semillas de Agua, la Fundación UTA, la Asociación de Mujeres Campesinas de Matanza, la RedBioCol y El Común, entre otras.