El “veganismo” es una postura ética que busca excluir el consumo de productos o servicios derivados de la explotación de animales no humanos. Esto abarca la alimentación (productos de origen animal como carne, lácteos, huevos y miel), el uso de productos derivados de animales como cuero y el consumo o uso de productos no directamente derivados de animales, pero que se han probado en ellos o cuya producción implica su explotación. Además, implica la eliminación de la explotación de animales para propósitos como entretenimiento, recreación o trabajo 1.

El veganismo se fundamenta en consideraciones éticas y de justicia que buscan eliminar el especismo, similar a como se ha luchado contra la discriminación entre humanos en el pasado, como el racismo, el sexismo y la xenofobia. Se basa en la idea de que los animales no humanos tienen un valor moral intrínseco y existen por sí mismos, no para servir a los intereses humanos. Esto cuestiona el antropocentrismo, que está vinculado a la policrisis (Mesa, 2023) o crisis multifacética que enfrentamos en la actualidad, incluida la crisis climática.

Los defensores del veganismo (Francione, 2022) argumentan que tenemos una obligación ética y moral de eliminar la explotación institucionalizada de animales. Esto implica, en lo personal, adoptar el veganismo y abstenerse de consumir, utilizar o vestir productos de origen animal. Esta postura está estrechamente vinculada con la desmercantilización de la vida.

Además de ser un imperativo ético, el veganismo está relacionado con la justicia ambiental, que defiende la sacralidad de la Madre Tierra, la unidad ecológica y la interdependencia de todas las especies, así como el derecho a estar libre de destrucción ecológica (ScienceDirect, s. f.c). Para lograr una justicia ambiental completa, es necesario eliminar no solo la explotación de seres humanos, sino también la explotación de animales no humanos.

Por otro lado, el veganismo está estrechamente relacionado con la acción climática. Numerosas investigaciones (Dorgbetor et al., 2022; Poore y Nemecek, 2018; Cardoso et al., 2021) han demostrado que una de las principales causas de las emisiones antropogénicas de GEI es la ganadería, junto con otras prácticas de explotación animal para alimentación y otros propósitos.

Según estos estudios, aproximadamente el 44 % de las emisiones totales de metano en el mundo provienen del ganado, siendo la fermentación entérica de los animales rumiantes y la descomposición anaeróbica de residuos orgánicos, como el estiércol y los desperdicios de alimentos, las principales fuentes de metano generado por el sistema alimentario. En contraste, la producción de la mayoría de los alimentos vegetales suele generar emisiones de metano relativamente bajas. Por ejemplo, en Estados Unidos, alrededor del 31 % del metano proviene de la fermentación entérica (principalmente de vacas) y la gestión del estiércol, siendo la producción de rumiantes, en especial la carne de vacuno, la mayor fuente de emisiones (Cleveland y Gee, 2017).

Los estudios también han señalado que, junto con el bienestar animal y la salud humana, los beneficios ambientales, que van más allá de los relacionados con el clima, se han reconocido como una de las principales ventajas de las dietas basadas en plantas, como las dietas veganas.

Por ejemplo, en relación con el agua, un recurso crítico, se ha determinado que la huella hídrica total de la agricultura animal para alimentación representa el 29 % del total para la producción agrícola. Reducir el consumo de alimentos de origen animal en países de todo el mundo podría disminuir el consumo global de agua y las dietas veganas podrían liderar esta reducción, ahorrando un 14.4 % del agua azul (riego) y un 20.8 % del agua verde (precipitación retenida en el suelo) (Cleveland y Gee, 2017).

Otros académicos que han evaluado con detalle los impactos positivos del veganismo en la crisis ambiental y climática han llegado a la conclusión de que es necesario reconsiderar el antropocentrismo que ha sustentado durante siglos la explotación humana de la tierra. Al basarse en material empírico de estudios observacionales sobre las transiciones energéticas cotidianas, para reflexionar sobre las potencialidades del veganismo como una ética energética de sustentabilidad “más allá del antropocentrismo”, han argumentado que la transición hacia el veganismo, que incluye una dieta basada en plantas, debe ser adoptada y promovida como un imperativo ético y situado. Sostienen que el veganismo es un movimiento prometedor para establecer relaciones más respetuosas con el resto de la naturaleza (Dal Gobbo, 2018).

Las investigaciones también indican que existe una alta correlación entre los alimentos beneficiosos para la salud humana y aquellos que son amigables con el clima y el medio ambiente en general. Esta relación está comenzando a reflejarse gradualmente en las recomendaciones dietéticas oficiales, con Suecia siendo uno de los cuatro países que ha incluido la sostenibilidad ambiental en sus recomendaciones, citando en específico la mitigación del cambio climático como una razón (Cleveland y Gee, 2017).

Por su parte, investigaciones adicionales han concluido que los argumentos climáticos a favor del veganismo, como las altas emisiones de GEI provenientes de alimentos de origen animal, junto con la consiguiente obligación moral de abstenerse de consumir tales productos, se suman a las formas anteriores de argumentación a favor del veganismo, basadas en principios éticos fundamentados en el respeto por los animales no humanos (Kortetmäki y Oksanen, 2021).

El veganismo también se relaciona directamente con la justicia social. Sin embargo, uno de los mayores obstáculos para promover y adoptar el veganismo son los argumentos y falacias que sugieren las afectaciones que podría tener para las poblaciones con menores recursos económicos abandonar la explotación animal y los productos derivados de ella, como los alimentos. Estas falacias sugieren que una dieta vegana sería más costosa que una basada en plantas; pero esta noción se desvirtúa fácilmente al considerar que el veganismo responsable promueve la producción de alimentos naturales basados en plantas, cultivados de manera justa y a pequeña escala, en lugar de productos procesados.

A continuación, se listan algunas de las formas en que el veganismo se interseca y entrelaza con la justicia social:

  1. Desde la perspectiva de la deforestación y uso del suelo, la agricultura animal es un impulsor importante de la deforestación, en especial en la Amazonía. Las comunidades indígenas y locales, que dependen de estos bosques, sufren desproporcionadamente cuando se despeja la tierra para la cría de ganado o el cultivo de alimentos para animales.

  2. Desde la perspectiva de la contaminación del agua, las operaciones de granjas industriales generan grandes cantidades de desechos animales, contaminando las fuentes de agua. Las comunidades de bajos ingresos que viven cerca de estas operaciones son las más afectadas por los efectos negativos para la salud.

  3. Desde la perspectiva del cambio climático, la ganadería contribuye de modo significativo a las emisiones de GEI, afectando de manera desproporcionada a poblaciones vulnerables en países del Sur Global. Estas comunidades sufren más severamente las consecuencias del cambio climático, como eventos climáticos extremos e inseguridad alimentaria.

  4. Desde la óptica de la salud humana y la justicia alimentaria, el veganismo promueve una alimentación más equitativa y saludable. En muchas comunidades marginadas, el acceso a frutas y verduras frescas es limitado, mientras que los productos de origen animal poco saludables y procesados están más fácilmente disponibles. El veganismo propende a una mayor disponibilidad de opciones saludables y asequibles basadas en plantas, promoviendo una mayor justicia alimentaria.

  5. En materia de disparidades de salud, se ha observado que ciertas patologías, como enfermedades cardíacas y diabetes, son más prevalentes en comunidades marginadas, a menudo vinculadas a dietas ricas en productos de origen animal. Fomentar una alimentación basada en plantas puede ayudar a reducir estas disparidades de salud.

  6. En relación con el racismo ambiental y la salud pública, las comunidades cercanas a granjas industriales y plantas de procesamiento de carne a menudo experimentan tasas más altas de problemas respiratorios y otros problemas de salud, debido a la contaminación del aire y el agua. Estas comunidades suelen ser de bajos ingresos y predominantemente racializadas, ilustrando la intersección entre el racismo ambiental y la salud pública.

  7. Desde la perspectiva de la justicia económica, el veganismo puede abordar las disparidades en la distribución de ingresos y recursos, ofreciendo oportunidades de empleo más sostenibles y éticas para los trabajadores de la industria animal. Además, puede ser una forma asequible de satisfacer las necesidades dietéticas, en especial cuando los alimentos basados en plantas se obtienen localmente y están en temporada. Los defensores de la justicia social pueden trabajar para hacer que las opciones veganas saludables sean más accesibles para las comunidades de bajos ingresos.

  8. Desde la óptica de los derechos de los trabajadores, la transición hacia el veganismo debe considerar tales derechos, asegurando la reubicación y protección de los trabajadores que, de facto, ya se encuentran en muchos casos sometidos a condiciones de explotación (Proveg International, 2024).

En resumen, el veganismo se relaciona con la TEJ de varias maneras:

  • Reduce las emisiones de gases de GEI.

  • Promueve el uso eficiente de recursos como agua y tierra, en comparación con la producción de alimentos de origen animal.

  • Fomenta la equidad y la justicia social al facilitar una distribución más equitativa de los recursos alimentarios en lo global, haciendo que la producción de alimentos vegetales sea más accesible y sostenible para comunidades en todo el mundo. Además, al disminuir la dependencia de la agricultura animal, se puede mitigar el impacto negativo de la producción industrial de carne en las comunidades locales, incluidas aquellas afectadas por la contaminación del agua y del aire, y la pérdida de biodiversidad.

Sin duda, al igual que ocurre con el lobby de los combustibles fósiles, la explotación animal enfrenta una fuerte oposición por parte de corporaciones y grupos económicos que se benefician de ella, incluida la industria alimentaria. Para contrarrestar esta oposición, será necesario promover la creación de políticas y normas que favorezcan los estilos de vida que beneficien a las comunidades en lugar de los grandes intereses económicos, abandonando toda forma de explotación animal y adoptando el ecocentrismo en lugar del antropocentrismo.

En consecuencia, si nuestro objetivo es impulsar transiciones socioecológicas y energéticas verdaderamente justas, es crucial eliminar cualquier forma de explotación y discriminación, tanto entre seres humanos como hacia animales no humanos.