Los “contaminantes criterio” son aquellos contaminantes atmosféricos regulados por normas y estándares específicos según la jurisdicción de que se trate, debido a su impacto potencial en la salud humana y en el ambiente. Estos contaminantes, que se han clasificado como tales por su comprobada peligrosidad, suelen incluir sustancias como el dióxido de azufre (SO2), los óxidos de nitrógeno (NOx), el monóxido de carbono (CO), el ozono troposférico (O3), las partículas suspendidas (PM), el plomo (Pb), entre otros, dependiendo de las normas aplicables en cada jurisdicción.

De acuerdo con las investigaciones científicas y académicas, la noción de “contaminantes criterio” se utiliza para determinar si una región cumple o no con los estándares aplicables en materia de calidad del aire, es decir, si se encuentra en estado de “cumplimiento” (ScienceDirect, 2021).

En Colombia, los contaminantes criterio se han identificado como comunes y perjudiciales para la salud y el bienestar de los seres humanos. Estos contaminantes fueron objeto de estudios nacionales de evaluación inicialmente publicados a través de documentos sobre la calidad del aire en el año 2013 (Documento CONPES 3943 de 2018). Luego, la Resolución 2254 de 2017 estableció los niveles máximos permisibles de estos contaminantes criterio: material particulado (PM10 y PM2.5), SO2, dióxido de nitrógeno (NO2), O3, carbono negro y CO.

Por otra parte, la gestión de la calidad del aire se refiere a todas las actividades orientadas a reducir la contaminación del aire para proteger la salud humana y el medio ambiente (Cárdenas y Aldana, 2020). En este sentido, se enfoca en las fuentes fijas y móviles, las cuales tienen efectos diferenciados en la salud humana según la concentración y exposición.

Las fuentes móviles están estrechamente ligadas a la TEJ, ya que gran parte de ellas parte de la utilización de combustibles fósiles. El uso de estos combustibles, según su calidad y las tecnologías empleadas, puede determinar el nivel de contaminantes criterios liberados y el consecuente impacto en la salud humana (EEA, 2019). Asimismo, la contaminación del aire en interiores debido al uso de combustibles fósiles para cocción e industria, entre otros fines, conlleva importantes riesgos para la salud, que incluyen accidentes cardiovasculares, cardiopatía, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, cáncer de pulmón, entre otras enfermedades (Organización Mundial de la Salud [OMS], 2023). En el mundo, se estima que cada año se producen 4.2 millones de muertes prematuras (datos de 2019; OMS, 2022), mientras que en Colombia se registran 15.681 muertes atribuibles a la mala calidad del aire (Instituto Nacional de Salud [INS], 2019).

A pesar de que la OMS ha establecido niveles máximos de exposición a contaminantes criterio, las normas nacionales contemplan rangos más permisivos (MADS, 2019). Esta situación conlleva un incumplimiento de la obligación del Estado colombiano de proteger la salud desde una perspectiva de derecho esencial, tanto en lo individual como en lo colectivo y comunitario.

Por otro lado, los contaminantes criterio están relacionados con el cambio climático en la medida en que el carbono negro, el metano, el ozono troposférico y los hidrofluorocarbonos se consideran forzadores climáticos. Esta conexión significa que la gestión de la calidad del aire puede contribuir de manera significativa a la protección rápida de la atmósfera. La mitigación de estos contaminantes no solo podría evitar 2.4 millones de muertes prematuras anualmente para el año 2050, sino también reducir el calentamiento global en 0.6 °C, disminuir en un 20 % la tasa de aumento del nivel del mar y prevenir pérdidas anuales de cultivos de más de 52 millones de toneladas. Esto equivaldría a un ahorro económico anual estimado en 33 billones de dólares (Climate and Clean Air Coalition, s. f.).

El metano, como forzador climático de vida corta, es crucial en esta discusión, debido a su doble impacto en el clima y en la calidad del aire. Por tanto, el abandono de las fuentes de metano, como el gas fósil, debe ser una prioridad en el contexto de la TEJ, dado que este gas contribuye aproximadamente en un 30 % al aumento de la temperatura global desde la era industrial. La mitigación del metano requiere un análisis exhaustivo de su impacto a lo largo de toda su cadena de producción (USC Environmental Health Centers, s. f.) y debe abordarse a la luz de principios ambientales como el de precaución, en especial cuando los países consideran ampliar sus reservas mediante técnicas arriesgadas y energías extremas como el fracking (Van der Weijst, 2022).

Una de las medidas más importantes para hacer frente a los forzadores climáticos y a los contaminantes criterio ha sido la electrificación mediante fuentes renovables (v. g., FNCER). Si bien el uso de estas tecnologías no está exento de impactos socioambientales a lo largo de su cadena de producción, tiene efectos positivos claros en aplicaciones como el transporte público electrificado y el uso de cocinas eléctricas, entre otros ejemplos (Naciones Unidas – Acción por el Clima, s. f.). En Colombia, la Estrategia Nacional de Calidad del Aire y los planes de descontaminación de las principales ciudades del país contemplan medidas como las mencionadas (MADS, 2019).